La funda de la almohada con hongos.

Una clienta de nosotros no podía entender cómo escribiéndole unas cartas a su mamá, a su papá, a ella misma cuando era pequeña y a otras personas, así como realizando algunos ejercicios que enseñamos en un segundo nivel, podía ella llegar a recordar pero no sentirse afectada por los recuerdos de los eventos que habían pasado cuando ella era una niña y de los cuales actualmente se sentía muy abrumada y con mucho rencor hacia toda la gente, especialmente hacia ella misma.

Pero este verano 2024, hubo unos días de mucha lluvia en Monterrey, que es la ciudad en donde ella vive. Y dice que la pared de su cuarto en donde topa su cama, se llenó de hongos debido a la humedad que se había filtrado desde afuera, ya que las paredes de su casa no están protegidas con alguna pintura anti-hongos por el lado de afuera. Ella no sabía qué hacer, pero de lo que sí estaba segura, era de que su almohada no debería de tocar la pared, ya que ella no tenía algo como una cabecera en su cama, que separara a la pared de su almohada.

Entonces, lo que hizo a manera de solución, fue retirar la cama unos 10 centímetros de la pared, para evitar el contacto de su almohada y del colchón (funda de la almohada y sábana) con la pared misma, y así evitar que los hongos tocaran su almohada, ya que ella sabía que si esto sucedía y ella respiraba con su nariz pegada a su almohada, los hongos penetrarían a su aparato respiratorio, teniendo consecuencias muy negativas para su salud.

En la mañana del día siguiente, sin embargo, ella se dio cuenta de que durante la noche, como consecuencia de algunos movimientos de ella al estar dormida, su almohada había estado en contacto con la pared y una parte de la funda se había manchado de color gris, o sea, de hongos. Sin saber exactamente qué hacer, decidió que iba a lavar en su lavadora tanto la funda de la almohada, como la sábana que cubría su colchón, ya que no quería arriesgarse a que la siguiente noche, sin querer ella respirara los hongos impregnados en su almohada.

Cuando después de unas dos horas, sacó la funda de la almohada y la sábana de la secadora, después de haberlas lavado, se percató que a la funda no se le había quitado la mancha, pero que estaba limpia. De hecho, estaba super limpia, ya que ella la había lavado y enjuagado dos veces antes de meterla a la secadora a secar. Ella acercó con su mano la funda de la almohada a su nariz para olerla, sin miedo, porque ella sabía que la funda estaba limpia. Y fue en ese momento cuando entendió todo. Entendió que esa es la manera en que quedan los eventos en la mente de uno, después de hacer los ejercicios. Igual que la funda que tiene la mancha, pero que ya no está sucia. Así los recuerdos de esos eventos traumáticos. Uno los recuerda, pero ya no duelen, ya no causan rencor, ni odio, ni nada. Lo que causan, lo que provocan es precisamente NADA. O sea, cuando los ejercicios se hacen bien, el alma, por decirlo de alguna manera, queda lavada, queda limpia y aunque podamos aún recordar eso que pasó, ya no tiene un efecto negativo en nosotros, porque ese recuerdo se ha convertido en NADA. Y eso es lo que precisamente buscamos hacer con los traumas que tenemos, llegar a sentir INDIFERENCIA, en lugar de sentir rencor al evocarlos, al recordarlos. Sentir NADA, ese es el objetivo.

Y por último quiero recalcar que no es que vayamos a olvidar esos eventos y que nunca los vayamos a volver a recordar, sí los recordaremos de vez en cuando, pero ya no sentiremos odio, ni rencor, especialmente hacia nosotros mismos. Lo único que sentiremos, será indiferencia, será NADA.

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